¿Es la única?
Me pregunta la mujer en el parque
contemplando los juegos de Adriana.
Tengo cuatro, le respondo.
No tarda mucho en preguntarme sus edades
y en mirarme, incrédula, cuando se las digo.
-Se ve usted muy joven para todo eso- comentan.
Es un halago
pero siempre me hace pensar
en los tristes perfiles, las asociaciones,
de la maternidad.
Más vida dan las mujeres,
-sostiene la popular sabiduría-
más vida pierden.
Los partos las destiñen.
Engordan. Se agotan. Envejecen.
Cuatro hijos tendrían que haber terminado con la sensualidad
o el deseo.
Como si cada hijo mágicamente redujera la libido,
y no fuera la realidad exactamente lo contrario:
cada hijo dejándonos más cerca de la vida
más proclives a la ternura,
la piel más suave y el sexo más acogedor.
Es la falta de pan, de amor, la que desgasta.
No el parto.
Prejuicios sobre la maternidad, poema de Gioconda Belli