PREGUNTALE A TU PADRE
porque aunque nos pese, nosotras no tenemos todas las respuestas.
1. Todos los rosas, el ioza
Por Dante Leguizamón
A Juana (4) le gusta el color rosa. No es algo que hayamos fomentado con Paula, tampoco sus abuelas. Es algo que se dio. Simplemente le gusta el rosa. La corbata rosa, las remeras rosas, los pantalones rosas, los ponys rosas, la pantera rosa, la Virginia Rozza (nuestra amiga), la canción “Rosa, Rosa” de Sandro que ayer me pidió que le cantara, las flores que se llaman rosa, un lugar que se llama Santa Rosa y todo lo que se vea o suene como ella lo pronuncia: “ioza”.
El otro día nuestro hijo más grande, Iñaki (9), tenía que dar una clase sobre Justo José de Urquiza y el enfrentamiento entre las provincias y Buenos Aires que terminó con la batalla de Caseros. Paula, la mamá, estaba trabajando así que tuvimos que encargarnos nosotros durante la mañana.
Mientras hacíamos la lámina que había que llevar él ensayaba su exposición -le habíamos pedido a Faustino (7) que actuara de alumno y escuchara todo para ver si entendía y nos hacía unas preguntas-, Juana comenzó a interrumpir.
– Papá
– Callate Juana, dejanos estudiar
– Buenooo, pero Papá
– No Juana. Estamos haciendo esto con Iñaki. No interrumpas. Ayudanos haciendo silencio.
El papel afiche era naranja y la verdad es que Iñaki aprendió bastante. A medida que practicaba iba relatando el problema que había con Buenos Aires. Comenzó a explicar cómo desde esa provincia se controlaba la aduana y la manera en que administraba el puerto el gobierno de Rosas y etc, etc, cuando en el mejor momento otra vez Juana interrumpió.
– ¿Papá?
– Shhh, callate la boca
– ¿Papáaaa?
– Juana. Cortala te dije. Estoy cansado y tengo que terminar esto así que dejanos trabajar.
– Bueeeeeeenooooooo
Pasaron varios minutos más y, cuando me di cuenta, Faustino se cansó de ayudar y escapó. Iñaki por su parte mintió que quería hacer pis y desapareció. Al final quedé como un gil enrollando el afiche, pegando el mapa y, en definitiva, trabajando solo. En un momento miro al costado y la veo a la Juana con los codos apoyados en la mesa, cara de cansada y algo parecido a un puchero. La miro y le pregunto:
– Qué te pasa a vos… ¿por qué tenés esa cara?
– Avelo al Ioza
Me contestó. Y me di cuenta de que donde nosotros veíamos a Juan Manuel de Rosas, ella sólo imaginaba una flor y un color…
♥
Cuánta ternura!!
Hermoso lo que contás Dante, hermoso!
Ioza tan maravillosa!
que divina imaginación, asi es Juana…
Awww que amor!