BABY CRASH

Muchos parejas se separan después de tener un hijo. ¿Una maldición? De pareja a familia, una aventura en pañales. El amor en los tiempos de cólicos. 

Tener un hijo es como viajar a Europa: todos quieren ir, pero nadie quiere turbulencias. Pasa que el bebé tiene tres días de vida, y el padre, que por ley sólo tiene dos de licencia por nacimiento, debe volver a trabajar. La mujer de golpe se encuentra sola con una criatura que apenas conoce, que llora (y ni idea de por qué lo hace), que seguro se despierta cuando una quiere comer, que pide la teta a libre demanda, que decide sobre todas las leyes que rigen el nuevo planeta. Y con suerte, después de nueve horas regresa el hombre. Y mira los platos aún en la mesa, un pañal sucio sobre el sillón, la bata de nona que tiene puesta su pareja. Pone cara de no-es-como-me-lo-imaginaba… Entonces dice lo último que soportamos escuchar: “¿por qué no te peinás un poquito?”. De ahí a que vuelve un frasco de oléo calcáreo hay una distancia no mayor a un paso.

La actriz Mónica Antonópulos confesó en una entrevista que al principio, ni bien nació Camilo, vivía aterrada. Que pasó por muchas crisis de llanto y ¡la pareja se destruyó en mil pedazos!

Así de liso y llano.

Así, le quitó el empapelado rosa a la maternidad y mostró las verdaderas paredes de la vida ante la llegada de un hijo: con el revestimiento caído y grietas por las que no se cuela la humedad sino que llueve torrencialmente. El poder de negación no resiste las estadísticas: según datos de la Justicia Civil de la Ciudad de Buenos Aires el 54% de las parejas que se divorciaron durante 2010 llevaban menos de diez años juntos; el 34%, apenas seis. Y se sabe que convivieron poco tiempo y en la mayoría de los casos tenían hijos chicos.

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